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viernes, 18 de diciembre de 2009

SIESTA ALUCINÓGENA


¿Qué me dices de esa modorra que te entra después de comer, en esas tardes tórridas de nuestro agosto Mediterráneo y que sin aún terminar el postre, no puedes mantener los ojos abiertos?

Dicen las mentes pensantes que cuando comienza la digestión, baja la producción de azúcar en nuestro cuerpo, a mí en las digestiones del verano me tiene que dar casi un coma diabético, porque eso no es sueño lo que a mí me entra, sino un auténtico éxtasis. Después de un buen gazpacho fresquito, unos pescaitos fritos y un suculento helado, me comienza una pesadez, una languidez, que parece que levito.

Han desaparecido todo del comedor, pero me importa un bledo, no pienso recoger ni fregar los platos. Ir de la mesa al sofá me parece una proeza, arrastro los pies y los dos metros de distancia me parecen una Maratón y cuando ya estoy llegando. ¡No me lo puedo creer! Está ocupado por un cuerpo inerte de 80 kilos, que ha corrido por la pista más que yo y escucho sus plácidos ronquidos.

Voy a casi cuatro patas a la salita, son nada más ni nada menos que tres metros hasta llegar a la meta. Qué felicidad dormir en la mecedora delante del televisor, escuchando de fondo un documental de la 2, esa voz en orf, que entra por tus oídos y se aleja en tu cerebro, tu mirada va desenfocando las imágenes que se proyectan en la pantalla y es entonces cuando comienzas a enroscarte en los brazos de Morfeo. Con mi cuerpo desplomado logro llegar y… ¡Esto es una pesadilla! Hay un ocupa de 15 años sentado todo lo largo en la mecedora. Me entran ganas de ahogarlo, pero no, no puedo, tengo que controlarme, no soy una parricida.

Decido prolongar la excursión al jardín, allí esta la hamaca, no me hace gracia porque las pesadas moscas me comen viva, pero mi dormitorio está en las antípodas, es un horno y está pegando un sol abrasador, no pienso freírme como un huevo. Sigo arrastrándome como una vil reptil, la cabeza me da vueltas, el sueño se apodera de mí y los miembros inferiores no me sujetan, estoy desorientada, no sé ni llegar, necesito urgentemente encontrar el jardín y envolverme como una crisálida en su capullo. Los párpados tengo que separarlos con los dedos. ¡Llegué a mi objetivo! ¡No, no, la odio! Ya hay un asquerosa gusana instalada y dormitando feliz a moco tendido y nunca mejor dicho, porque es una mocosa usurpadora de mi hamaca.

Me rindo, me lanzo al césped aunque me devore un ejército de insectos y de hormigas.

VICKY FERNÁNDEZ (Habitante del patio 3º de la esquina 3ª de Torretriana)

1 comentario:

Pimba dijo...

Gracias por compartir tu relato, Vicky, tienes un gran sentido del humor. Creo que muchas (no sé si muchos)se sentirán identificadas/os con esta experiencia familiar.
Amparo, la docente decente